2. Los guerreros chistabinos. Puya, la princesa de Chistén. Pirineos Valle de Chistau



2. Los guerreros chistabinos. Puya, la princesa de Chistén 

El rey Moreras gobernaba su territorio con mano dura y fama de guerrero cruel e implacable. 

En el llano, al pie del cerro Puyadase, estaban las aldeas de Sanchuan y Planchistau, cuyas ricas llanuras a orillas del Mar Intermedio producían excelentes cosechas de cereales, para los chistabinos y para el ganado.

Cada temporada criaban las mejores cabañas de vacuno y bovino cuya carne también exportaban a través del puerto de Sanchuán, en embarcaciones llegadas de otros reinos lejanos.

Moreras, era el dueño y señor de todo, del territorio y de sus gentes, y imponía su ley sobre cualquier atisbo de rebeldía castigando con la más dolorosa de las muertes.  

Su hija Puya era la imagen viva de su madre, Petris, la diosa guerrera Andera que todos veneraban. 

Puya tenía dieciocho años cuando se enamoró de un chico de Planchistau. Lo veía los largos días de caravanas que subía desde el llano conduciendo una carreta de provisiones hasta los silos y las despensas de la aldea. 

La gente del campo recorrían el angosto camino aprovisionando Chistén y a su dueño y señor, con mulos, caballos y carretas cargadas hasta los topes, haciendo acopio durante la temporada, aproximadamente cada trimestre. 

Comerciantes de todo tipo atracaban sus barcos en el puerto de Sanchuán vendiendo y comprando mercancías que los ávidos chistabinos transportaban yendo y viniendo desde los silos y almacenes cercanos a las dársenas.

Cuando acababa la recolección, los chistabinos celebraban danzas que se prolongaban hasta el amanecer. 

Rendían culto en las noches de luna llena a Noctiluca, diosa de la luz nocturna, dando gracias por las riquezas. 

Los chistabinos eran además guerreros eficaces con gran valor de lobos. Como en el trabajo en la guerra, y como lobos servían a su rey demostrando su fuerza y su valor.

Los más destacados guerreros se juramentaban a servirle en la vida como en la muerte. 

Ansiaban cabalgar con él en las rutas de este mundo y del otro mundo, en un sacrificio permanente de lealtad a sí mismos, a la comunidad y al reino. 

Una vez que eran solidurios (solidarios, soldados, mercenarios) se adherían a causas o intereses ajenos en momentos difíciles a través de su fraternidad místico guerrera.

Se juramentaban ante diosas como Ataecina, diosa de la noche y de la luna que mata, señora del inframundo, que también era diosa de la primavera, la fertilidad y la naturaleza.

Y de Neton, dios de la guerra, ante cuya imagen adornada con rayos pronunciaban grandes juramentos, por ser justo, perfecto e incorruptible.

La piel de lobo era el mayor distintivo de los guerreros chistabinos.

2. Los guerreros chistabinos, fieles e incorruptibles al servicio del rey Moreras






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