9. A la princesa Puya le bajaron las fiebres. Puya, la princesa de Chistén. Pirineos Valle de Chistau


Siete días después a Puya le bajaron las fiebres y se levantó de su lecho en la casa de la familia de Blas.

No era conveniente llevar a Puya a Chistén con las fiebres, y el rey había hecho construir una edificación de madera con todas las comodidades para su estancia junto a su hija al lado de la casa de Blas y sus padres.


Se apresuró a abrazar a su hija viendo que se había recuperado. La princesa aún estaba muy débil. La cogió en brazos y la sacó al exterior para que tomara el Sol.

Los ungüentos de los druidas habían dado resultados positivos. Moreras sentía ira y mucha rabia esperando encontrarse en cualquier momento con su endiablada ex mujer. 

En el entanto, disfrutó de aquellos momentos al lado de su hija viéndola sanar.

Diez días después Puya se encontraba mucho más fuerte. No lo suficiente para subir por sí misma la montaña a Chistén. 

El rey Moreras paseaba pensativo escoltado por varios soldados. Andando, andando fue a parar al río Cinqueta y descubrió el pequeño puente de piedra.

Lo cruzó varias veces observando su estructura antigua, el lenguaje y los signos grabados por algún gran maestro de la talla en la piedra.

En el puente estaba tallado la esfinge de su abuelo siendo rey y la de su padre siendo príncipe. Era una escena en la que el ejército de Chistén derrotó al gran ejército invasor de los pueblos del mar. 

Los invasores antropófagos llegaron en sus naves a través del mar Intermedio y cuando consiguieron derrotarlos no sin muchas pérdidas humanas, se fueron y nunca más se supo de ellos.

Desaparecieron de la misma forma que vinieron, sin que nadie supiese de dónde procedían.

La historia se congeló de inmediato en la mente del rey Moreras cuando al volverse se topó de bruces con Petris Andera.

El rey desenfundó su espada y asestó una serie de golpes mortales intentando cortarle la cabeza, pero solo pudo cortar el aire.

El espíritu de Petris Andera se reía sin que él la pudiese lastimar.

Los soldados escoltas siguieron las evoluciones del rey con la espada a poca distancia. Lo vieron desenfundar y rajar en el aire, pero no vieron a nadie más que al mismo rey.

Sin embargo Petris Andera coqueteaba con la cara del rey como si lo intentase seducir, y Moreras, colérico y agresivo,  calmó su belicosidad convencido de que no la podía tocar.

Ambos, Petris y Moreras, se enzarzaron en una discusión que los escoltas no entendían porque no veían con quién estaba hablando. Pero quedaron atentos por si eran llamados.

El rey se tranquilizó y Petris Andera tocándole la nariz se burlaba de su esencia mortal. 

Fue cuando la marea del mar llegó al puente que la diosa hizo ademán de esfumarse ya aburrida. El rey le preguntó qué le iba a pasar a su hija y a su reino y ella le contestó:

- Si fueras inmortal no tendrías miedo de los acontecimientos futuros. Pero eres un mortal que sueña con ser un dios inmortal para vivir en tu diminuto reino por toda la eternidad. Pero créeme, si te dijera que va a pasar, morirías ahora mismo.

Petris Andera entonces se esfumó y el rey se quedó pensativo mirando las olas del mar mezclarse con el agua del río. 

Puya, la princesa de Chistén




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