7. Petris, la diosa madre regente de la Tierra. La princesa Puya
A Petris no le preocupaba en absoluto el destino de su hija Puya. A lo largo de los siglos, como diosa inmortal, había tenido cientos de hijos de otros mortales, todos ellos muertos hace milenios.
Lo que más odiaba era que su hija había heredado por completo su rostro y su cuerpo. Puya era la misma imagen de la diosa madre y estaba enamorada de un mortal como Blas.
Por tanto, decidió controlar su futuro separándola de lo que ella consideraba un desgraciado mortal, hijo de los desgraciados mortales como el padre de su hija, el rey Moreras de Chistén.
Movía los hilos de la trama que estaba urdiendo para cambiar el destino que su odiada diosa Tanit Alvira había reservado para su hija Puya provocando su enamoramiento de un exclavo mortal.
La marcada ausencia de amor de Petris por su hija fue observada por el dios Lug Albert, el más importante del panteón de Chistén.
Lug Albert se dio cuenta que Petris estaba obsesionada con hacerle un mal irreparable a su propia hija. Especialmente a todo el valle y a sus pobladores.
En Chistén se encontraban los restos del más importante santuario dedicado al dios Lug Albert.
Su imagen, construida en la base de la cima de la montaña más alta y visible desde la villa, contiene bellos epígrafes que aluden a ofrendas de campos y tierras de labor en honor a su divinidad con unas inscripciones únicas tan antiguas como la fiesta real y patriótica de los chistabinos.
El dios Lug Albert, sabiendo ya lo que Petris iba a provocar con ayuda de otros dioses, se mantuvo vigilante a la espera de acontecimientos.
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