domingo, 12 de febrero de 2023

14. Blas el dormilón había dormido como hacía años que no dormía. Pirineos Valle de Chistau, Huesca. Leer lee lecturas.

Muy de mañana Blas se despertó. Había dormido como un tronco, como hacía años que no dormía. 

Se sentó en la cama para terminar de despertarse y cuando quiso ponerse en pie, un cubo de madera mal colocado que colgaba a un lado golpeo su enorme chichón. 

El dolor fue tan contundente y la rabia tan grande, que corrió fuera de casa a meter su cabeza por completo dentro del agua helada de un tonel y se mantuvo sin respirar largos segundos.

Cuando le faltó el aire la sacó. Comenzó a reírse de sí mismo al punto que sus padres creyeron que el chichón le había hecho perder la razón. 

Se vistió y cabalgó veloz sobre un caballo hacia Chistén. Pidió con vehemencia ver al rey. Pero Moreras, dedicado a la literatura había perdido toda esperanza y no quiso recibirlo.

Blas entonces derribó a los guardias y intentó entrar por la fuerza donde Moreras. El rey, atraído por el jaleo, los golpes y los gritos, hizo acto de presencia.

Blas estaba en el suelo aprisionado por la guardia cuando el rey le preguntó el motivo de tanto alboroto para enfrentar a su guardia personal.

- Conozco la forma de liberar a la princesa Puya de su hechizo - expuso el siervo.

- Y por qué crees que voy a creerte? - le espetó el rey.

- Porque yo era el prometido de la princesa Puya cuando le ocurrió lo del hechizo de Petris Andera y las fiebres. No me la encontré por casualidad. Venía a verme al puente de piedra y pasamos mucho tiempo juntos en el refugio de las bordas.

El rey comprendió enseguida por qué en esos tiempos su hija pidió ser tratada como una adulta eligiendo a sus sirvientes de confianza.

Pensó y pensó hasta que se le iluminó el rostro y hizo que lo soltaran. Pidió de inmediato un caballo para ir con Blas a romper el hechizo.

Por primera vez en cincuenta años el rey sonreía llenó de esperanza. Le vistieron raudo y cabalgó con Blas a su lado hasta el desfiladero del Valle de Gistaín.

Llegaron y Blas se acercó al musgo del río mientras la guardia real se mantenían a prudente distancia. El rey se arrodilló en silencio a escasos metros del muchacho para ver lo que ocurría.

Arrodillado sobre el musgo, Blas colocó las manos cóncavas dentro del agua del río. 

Al principio no se movió nada. Entonces Blas recogió agua en sus manos y refrescó su rostro, volviendo a colocar sus manos cóncavas dentro del río.

Enseguida hubo movimientos. Pasó de repente el pez enorme que cayó encima del niño en el puente de piedra. Asustó a Blas que no se lo esperaba. Pero lo reconoció y volvió a meter sus manos en el río.

La corriente removió el lodo y desenterró los trozos del espejo que brillaban ahora a la luz del Sol. 

Nunca se habían movido de donde cayeron tras romperse con las rocas y los peces comenzaron a cogerlos y ponerlos en las manos de Blas.

Las manos de Blas se llenaban de trozos del espejo que iba colocando sobre el musgo según creía para reconstruir el espejo. 

Si no se unían es porque no correspondian las partes. Así fue juntando partes durante horas el paciente y tranquilo Blas.

Poco a poco los peces seguían trayéndole piezas del espejo y él seguía su reconstrucción según iban coincidiendo.

Al final volvió a aparecer el pez enorme que el niño y él devolvieron al agua en el puente de piedra y le puso en sus manos la pieza más importante del espejo: el mango cuya madera no se había erosionado ni un ápice durante cinco décadas.

El chico pasó a poner las piezas sobre la madera según iban soldando por sí solas por arte de magia. 

Cuando terminó se miró en el espejo pero no pasó nada.

Nervioso, Blas optó por meter sus manos cóncavas en el agua y refrescarse el rostro varias veces observando que el rey hizo ademán de levantase de su reposo llorando enfurecido, decepcionado, maldiciendo.

Pero el chico, valiente, lo miró muy asustado pensando que le cortaría la cabeza con su espada. Y con todo, le ordenó al rey que no se moviese ni un pelo de su sitio porque lo echaría el mismo al fondo del río.

El brillo del Sol en el espejo marcó dos piezas erróneas que no devolvían la imagen a Blas a pesar que aparentaban haberse soldado.

Blas las cambió de sitio con precisión certera y se asomó al espejo para admirar su imagen.

Un rayo cegador devolvió a una anciana arrugada, una loca que llevaba muchos años prisionera dentro del espejo.

Una vieja vestida con harapos sucios, mugrientos, dolorida, que tosía quejándose de la humedad de muchos años en el lecho del río.

Así era la persona que había devuelto el espejo. Sin embargo Blas la reconoció enseguida y la abrazó muy fuerte.

El rey se había quedado sin habla. No sabía qué decir ante aquella visión. No reaccionó hasta que su jefe de seguridad y gran confidente, Pereras, el compañero de fatigas comandante de la guardia real, se le acercó y le detalló.

"Que han pasado cincuenta años, ninguno hemos envejecido. Tal y como dicen los druidas, cabe admitir que su hija la princesa Puya, sigue bajo el hechizo de Petris Andera, y el tiempo la ha devuelto cincuenta años más vieja que cualquiera de nosotros."

El rey mirando a la vieja loca, observó a su hija convertida en piel reseca, vieja y quejisa de los años prisionera dentro del espejo. Se acercó desconfiado y supo que era su hija. Le resbalaron lágrimas mientras caía rendido a sus pies dando gracias al cielo por haberla recuperado.

En ese momento un niño pasó jugando con una honda, voleó una buena piedra y le pegó tal pedrada en la cabeza a la vieja que la tiró al suelo. Del chichón tan grande que le salió, Puya recuperó la voz: "Ay, cómo duele!. Me ha hecho daño!".

Y el niño se reía diciendo "Habrá que esperar diez días" y cada vez que se reía lo volvía a repetir otra vez.

El rey se alzó furioso: "¡Cojan a ese desgraciado!… Lo voy a reventar!".

El niño volvió a cargar la honda, la voleó y volvió a pegarle tal pedrada a la vieja que la volvió a tumbar. Puya por momentos estaba rejuveneciendo, dejando de ser vieja.

Moreras intentó coger al niño pero de forma milagrosa se le escurría una y otra vez. 

Blas sin embargo no paraba de reír. Abrazaba a la princesa Puya observando cómo se volvía más joven rápidamente. 

La guardia real entretanto intentaba pillar al niño persiguiéndolo. Blas sabía que nunca lo atraparían. A lo lejos se oía, "Habrá que esperar diez días", y se reía una y otra vez.

Cuando el rey Moreras volvió a mirar a Puya, vio a su hija tal y como la perdió cincuenta años atrás.



Chistau

Qué ansioso me encuentro,

en tu montaña viviendo.


Qué gozos contemplo,

sobre tu verde, en tus selvas,

lo que de ti no entiendo.


Brumosas nubes

entenebran tus cumbres,

y qué largos y sinuosos

dicen de tus ríos,

y de sueños de juventud,

y de camino, de viejo camino.


Qué fríos los inviernos

de crudos olvidos!.


                FIN DE LA HISTORIA 



viernes, 10 de febrero de 2023

13. El niño pescador que devolvía los peces al río Cinquēta. Pirineos Valle de Chistau, Huesca. Leer lee lecturas.

Cogerán del fango cada uno de los trozos del espejo maldito donde está prisionera tu amada y te lo dejarán en tus manos cóncavas cuando estés en la orilla del río Cinquēta para que los juntes y reconstruyas el espejo.

Cada parte que unas correctamente se irá fundiendo por si sola con la otra conforme las vayas juntando de forma correcta.

Blas se estremeció. Retrocedió sorprendido por aquellas hermosas palabras salidas de un sueño largamente esperado.

- Quién eres para hablar así con tanta certeza? - preguntó.

- Eso no tiene importancia. Mañana irás al mismo sitio del desfiladero junto al río, posarás tus rodillas sobre el mismo musgo donde se arrodilló Puya para refrescarse, y pondrás tus manos juntas cóncavas. 

Los peces que estoy devolviendo al río pondrán en tus manos trozo a trozo las partes del espejo que irás reconstruyendo pieza por pieza y se fundirán con su parte correspondiente cada vez que aciertes.

Una vez hallas juntado todas las piezas asómate al espejo, contempla y admira tu imagen, el hechizo se romperá y recuperarás a tu amada princesa princesa Puya.

El incrédulo Blas sufría mucho por Puya y las palabras de Lug Albert rompieron el gran pesar acumulado durante cincuenta años. El niño, que no dejaba de reír, puso su mano sobre la mano de Blas y le dijo:

- Mira!. Voy a pillar un pescado enorme!.

Blas se asomó al río y no vio nada. Miró al niño riéndose a carcajadas y pensó que se estaba burlando de él. De repente un gran pez saltó desde el río y cayó encima del niño tirándolo al suelo, y de tan grande que era, no podía salir de debajo, y lo socorrió Blas.

Sorprendido por el enorme pez, no daba crédito a lo que veía. Se reía contagiado por la risa del niño, golpeándose la cabeza para comprobar si estaba dormido o despierto.

Sacó al niño de debajo de aquel enorme pez y entre los dos lo arrastraron y lo devolvieron al río por encima del puente de piedra. El pez jugueteó un rato en el agua hasta que desapareció en los lodos.

Blas se arrodilló a los pies del niño temblando pero Lug Albert se separó de él con rapidez. Sacó una honda, colocó una piedra, voleó la honda en el aire y lanzó la piedra contra la cabeza de Blas que permanecía aún arrodillado.

Le salió un chichón enorme bien gordo que lo enfureció. Salió corriendo detrás del niño pero corría tan veloz que resultó inalcanzable. Terminó perdiéndolo en el bosque que devolvía el eco de su risa.

Blas, que no paraba de reír también, se tocó el enorme chichón y se quejó con verdadero dolor. Riéndose se sintió cansado y optó por volver a su casa sin poder borrar la sonrisa de su rostro.

Aún oyó a lo lejos la risa socarrona de Lug Albert. El niño entre risa y risa, dejaba oír "Mañana" una y otra vez hasta que se calló.

12. Lug Albert, el dios supremo, intervino en el destino de Chistén y de la princesa Puya. Pirineos Valle de Chistau. Leer lee lecturas.

Lug Albert, el dios supremo, intervino por fin en el destino del Reino de Chistén. Pretendía acercarse a Blas para que recuperara su amor por la princesa Puya en el ahora cerrado Valle de Chistau.

Habían transcurrido cincuenta años desde aquel dramático día que la princesa Puya se admirara en aquel espejo maligno cuyos trozos esconde el río Cinquēta. 

Los pobladores del valle no han envejecido y viven con el mismo aspecto que tenían cinco décadas atrás. El dios Lug Albert había protegido a los habitantes del valle de la erosión del tiempo y de las vicisitudes, de los cambios del clima por la retirada del mar Intermedio y del sufrimiento por los llantos de la princesa, atrapada en los trozos de aquel espejo ocultos en el lodo.

Desde aquel entonces, Blas vivió roto por el dolor de la pérdida. Los largos inviernos permanecía en el pequeño refugio de sus bordas pensando en la forma de encontrar una solución para rescatar a su amada Puya del río. Pero nunca encontró ni el más pequeño trozo de aquel espejo por mucho que buscó en los lodos.

El edificio de madera que otrora hizo construir el rey Moreras al lado de su casa, con el advenimiento de las montañas, se encontraba ahora de frente, justo a treinta pasos de la puerta de su casa.

No hubo día durante estos cincuenta años que al salir por la puerta en las mañanas no contara los pasos entre su casa y la empalizada que hizo construir el rey alrededor de lo que ahora era un cuadra para el ganado, donde vacas y ovejas comparten el amplio recinto.

Un día vio un niño que no recordaba haberlo visto nunca, deambulando cerca del pequeño puente de piedra. Se acercó por curiosidad y observó que pescaba peces con un hilo muy fino de color verdoso que se confundía con el agua. Le había colocado un objeto redondo y brillante que atraía a los peces y quedaban enganchados.

Blas quedó estupefacto con semejante artilugio. Se acercó al niño que no paraba de reír divertido con sus capturas y observó que cada vez que llenaba de peces su cubo de madera, lo alzaba y los devolvía al río sin parar de reír. Parecía como si hablara con ellos riéndose de forma divertida antes de devolverlos al río cada vez.

Blas, extrañado, le preguntó:

- ¿Cuál es el motivo para pescar tan alto número de peces, devolverlos al río, volverlos a pescar y devolverlos nuevamente?. ¿Acaso vuestra familia no estaría bien alimentada con tan alto número de peces?.

El niño sonriendo le respondió:
- Estos peces nadie los volverá a capturar jamás. ¡Se lo he prometido a ellos!. A cambio ellos te ayudarán a liberar a tu hermosa princesa Puya.




jueves, 9 de febrero de 2023

11. El valle entre montañas desarrolló durante décadas de aislamiento su dialecto chistabán. Pirineos Valle de Chistau, Huesca. Leer lee lecturas.

El ahora valle entre montañas, desarrolló durante varias décadas de aislamiento su dialecto local, el chistabán.

Todo parecía ahora como dar un paso atrás en el tiempo, con el perdido mar aquella tierra era un rincón surcado por las aguas del río Cinquēta donde lloraba atrapada la princesa Puya.

El silencio y la tristeza se apoderó de sus habitantes rodeados entre imponentes montañas. La memoria se guardó en sus tradiciones y fiestas ancestrales.

No fue hasta varias decenas de años que el agua que bajaba de las montañas logró abrir una vía de comunicación con el exterior, donde habían surgido nuevas  aldeas y nuevos reinos. 

Los peligrosos y sellados desfiladeros de los Pasos de Sarabiyo y del Congosto de los Infortunios más abajo, mantuvo el valle oculto del resto del mundo.

De nuevo
la naturaleza ayudaba a los habitantes del reino, horadando en la roca la única vía de entrada y salida al Reino de Chistén. 

Con el tiempo fue creando un paso natural entre la verticalidad de las peñas y las escarpadas laderas de los macizos, abriendo por fin un agujero a aquel bello paisaje.

Aquel día el destrozado rey de Gistain dio gracias a los dioses por aquellos pasos de los desfiladeros que permitían la salida y la entrada desde el exterior.

Contemplativo, Moreras había escribió poemas para sobrevivir a las largas décadas de aislamiento.

Escribió sobre su hija, su gran pesar; sobre la pérdida del mar Intermedio; sobre el cerrojazo de las montañas alrededor de su reino; sobre el desvío del río Cinquēta hacia el Oeste; sobre el agua que traía el río desde la alta montaña, que fue horadando la roca para abrir los pasos del desfiladero de Sarabiyo, a través del cual pudo contemplar el nacimiento de otro río Zinquēta en el inmediato exterior, que también fue horadando la base de la montaña para crear el Paso del Congosto de los Infortunios.

El rey Moreras se había vuelto un erudito. Escribió sobre su pueblo y sus montañas.


Espíritu

Percibo el susurro del viento

en estas amadas montañas,

y necesito liberar el espíritu

para no sentir que tengo la vida atrapada,

pendiendo en el destiempo

del tiempo que se apaga.


Necesito llegar con mis pasos

al confín mismo,

camino de los ojos de las estrellas

y de los límites

de más allá de la esperanza.


Su espíritu desgarrado también escribió sobre su hija atrapada en los cristales que el fondo del río escondía a lo largo de su curso.


La lluvia


La lluvia es

como tus lágrimas,

que no se dejan consolar.


La lluvia es

como ese sueño mío,

que cae a tierra

sin poderlo acariciar,

sin poderlo tener

entre mis manos,

perdiéndose en círculos,

sin dejarse hacer realidad.


La lluvia, ¡la lluvia!,

¿qué es la lluvia?.


Quizás sea el llanto tuyo,

tus penas que se desahogan.

Quizás sea el llanto mío,

por mi opresión que lloran.


Quizás sea

todo lo que un día fuimos,

lo que perdimos

al querer ser hoy y ahora,

lo que no pudimos.


Y escribió sobre la muerte cuando su dolor era insoportable y su espíritu sufría de alguna crisis profunda donde el guerrero despiadado y cruel, torturado, desaparecía.


No sé qué será


Quiero vivir lúcido,

para comprender el dolor.


Quiero saber por qué se sufre,

por qué tu dolor,

y por qué mi dolor.


Algún día llegará,

y cataré la esencia

de este mundo de crepúsculos,

y entonces ya no sé qué seré

ni dónde será,

seré eso que no sé qué será.


lunes, 6 de febrero de 2023

10. La princesa regresa a Chistén. Puya, la princesa de Chistén. Pirineos Valle de Chistau

Petris Andera entonces se esfumó y el rey se quedó pensativo mirando las olas del mar mezclarse con el agua del río.

En ese momento tomó la decisión de volver a Chistén a la mañana siguiente a pesar del estado débil de su amada hija.

Abandonaban la casa de Blas dejando las nuevas construcciones a las que ellos sabrían dar uso.

Puya había estado hablando a escondidas con Blas y le había prometido que volverían a verse y estarían en contacto a través de sus heraldos de confianza.

Se habían besado y ella se dispuso a volver a Chistén echada en una carreta acomodada con innumerables alpacas extendidas para que no sufriese los golpes de las piedras.

La caravana se movía despacio y cuando llegaron al desfiladero del Cinquēta la comitiva hizo una pausa y la princesa bajó para refrescar su rostro con agua del río.

Rechazó el agua servida por sus sirvientes y se acercó a la orilla a recogerla ella misma para refrescarse con sus propias manos.

Se arrodilló sobre el musgo y observó su rostro reflejado en la corriente, recogió varias veces con sus manos cóncavas el agua fresca que le hizo sentirse viva.

Llenaba sus manos cóncavas de agua una y otra vez divertida hasta que vio una imagen en el río que no era la suya, una mujer extraña que le ofreció admirar su belleza en un espejo.

Puya, avivada por el frescor del agua en su rostro o por los efectos turbadores de la fiebre que aún bullía en su cuerpo, se dejó hipnotizar por aquellas palabras, cogió el espejo que la extraña le ofreció y lo abrió para admirar su belleza.

Los soldados y el rey Moreras estaban junto a ella relajados cuando en un abrir y cerrar de ojos la vieron abrir aquel espejo, admirarse por un momento y ser absorbida por su propia imagen reflejada.

El espejo cayó al río sobre una roca y se hizo añicos con la princesa dentro. Los cristales fueron arrastrados y esparcidos por la corriente del Cinquēta. 

Los soldados y el rey intentaron coger algún trozo con la posibilidad de salvar a Puya, pero la fuerza de la corriente los enterró en el lodo del río escondiéndolo en su lecho.

Entonces se oyó un espeluznante alarido que salía del río y la risa infernal de la diosa Ataecina jactándose por haber cumplido su parte en la trama de Petris  contra Alvira.

Desde aquel día aquellos que se acercan a la orilla del río Cinquēta oyen el llanto de la princesa atrapada en trozos en los trozos del espejo ocultas en el lecho del río.

El llanto de Puya se extendió desde el río hasta la bahía. En el mar Intermedio las olas retrocederían alejándose de la costa.

Tritón tocaba su caracola y las aguas cada día estaban más y más lejos. El sonido de trompeta de la caracola de Tritón se estuvo escuchando durante mucho tiempo hasta que el puerto de Sanchuán dejó de ser puerto hasta quedar colgado de una colina donde antes llegaba el mar. 

La caracola terrible de Tritón dejó de oírse un día, pero el movimiento de las montañas cerrándose en torno al reino poco a poco duró un montón de años.

El río Cinquēta que antes desembocaba en el mar Intermedio, desvió su curso hacia el oeste más abajo y donde antes había una hermosa bahía, fue ocupada por una cadena montañosa que fue creciendo cada vez más alta hasta que tapó el Sol del mediodía.

En una década el mar había retrocedido doscientos kilómetros. Estaba tan lejos que ni subiendo a los cerros se veía.

Aquellos que fueron pescadores, se convirtieron en ganaderos o agricultores, sin más opción puesto que no podían salir del valle.

Habían quedado encerrados para siempre en un anillo de montañas con muros tan altos que sufrían vértigos,  pura fobia convertida en enfermedad.

El desfiladero de Sarabiyo se había cerrado por completo y los continuos desprendimientos impedían el tránsito.

10. La princesa regresa a Chistén tendida en un carromato. Puya, la princesa de Chistén




sábado, 4 de febrero de 2023

9. A la princesa Puya le bajaron las fiebres. Puya, la princesa de Chistén. Pirineos Valle de Chistau


Siete días después a Puya le bajaron las fiebres y se levantó de su lecho en la casa de la familia de Blas.

No era conveniente llevar a Puya a Chistén con las fiebres, y el rey había hecho construir una edificación de madera con todas las comodidades para su estancia junto a su hija al lado de la casa de Blas y sus padres.


Se apresuró a abrazar a su hija viendo que se había recuperado. La princesa aún estaba muy débil. La cogió en brazos y la sacó al exterior para que tomara el Sol.

Los ungüentos de los druidas habían dado resultados positivos. Moreras sentía ira y mucha rabia esperando encontrarse en cualquier momento con su endiablada ex mujer. 

En el entanto, disfrutó de aquellos momentos al lado de su hija viéndola sanar.

Diez días después Puya se encontraba mucho más fuerte. No lo suficiente para subir por sí misma la montaña a Chistén. 

El rey Moreras paseaba pensativo escoltado por varios soldados. Andando, andando fue a parar al río Cinqueta y descubrió el pequeño puente de piedra.

Lo cruzó varias veces observando su estructura antigua, el lenguaje y los signos grabados por algún gran maestro de la talla en la piedra.

En el puente estaba tallado la esfinge de su abuelo siendo rey y la de su padre siendo príncipe. Era una escena en la que el ejército de Chistén derrotó al gran ejército invasor de los pueblos del mar. 

Los invasores antropófagos llegaron en sus naves a través del mar Intermedio y cuando consiguieron derrotarlos no sin muchas pérdidas humanas, se fueron y nunca más se supo de ellos.

Desaparecieron de la misma forma que vinieron, sin que nadie supiese de dónde procedían.

La historia se congeló de inmediato en la mente del rey Moreras cuando al volverse se topó de bruces con Petris Andera.

El rey desenfundó su espada y asestó una serie de golpes mortales intentando cortarle la cabeza, pero solo pudo cortar el aire.

El espíritu de Petris Andera se reía sin que él la pudiese lastimar.

Los soldados escoltas siguieron las evoluciones del rey con la espada a poca distancia. Lo vieron desenfundar y rajar en el aire, pero no vieron a nadie más que al mismo rey.

Sin embargo Petris Andera coqueteaba con la cara del rey como si lo intentase seducir, y Moreras, colérico y agresivo,  calmó su belicosidad convencido de que no la podía tocar.

Ambos, Petris y Moreras, se enzarzaron en una discusión que los escoltas no entendían porque no veían con quién estaba hablando. Pero quedaron atentos por si eran llamados.

El rey se tranquilizó y Petris Andera tocándole la nariz se burlaba de su esencia mortal. 

Fue cuando la marea del mar llegó al puente que la diosa hizo ademán de esfumarse ya aburrida. El rey le preguntó qué le iba a pasar a su hija y a su reino y ella le contestó:

- Si fueras inmortal no tendrías miedo de los acontecimientos futuros. Pero eres un mortal que sueña con ser un dios inmortal para vivir en tu diminuto reino por toda la eternidad. Pero créeme, si te dijera que va a pasar, morirías ahora mismo.

Petris Andera entonces se esfumó y el rey se quedó pensativo mirando las olas del mar mezclarse con el agua del río. 

Puya, la princesa de Chistén




jueves, 2 de febrero de 2023

8. La princesa Puya cabalga por Chistén. Puya, la princesa de Chistén. Pirineos Valle de Chistau

Puya cabalgaba envuelta en su poncho con la amplia capa extendida sobre el lomo del caballo. Bajaba raudo de la montaña de Chistén ávida de encontrarse con su amado Blas para cobijarse con él en el estrecho refugio de las bordas.

Cruzaba al otro lado del río por el puente de piedra cuando le dió un mareo y cayó al suelo sintiendo que le faltaba el aire.

Ella no la podía ver pero su madre había cogido su corazón y lo estrujaba con sus manos a placer. Incluso penetraba en su cuerpo intentando ahogar su alma.

Puya sufría alucinaciones. Petris caminaba por los salones de su espíritu torturándola. Le provocaba dolores terribles a su hija hablándole del malestar que ella sentía por enamorarse de un mediocre mortal sin hacienda, porque toda hacienda del valle pertenecía al rey Moreras, dueño y señor de Blas.

- Las diosas somos dueñas de los espíritus y de su devenir - decía mientras le estrujaba a su antojo el corazón con las manos.

Puya no podía hablar pero oía su voz en su interior. Petris le recriminaba que hubiese copiado su cuerpo y su belleza una simple mortal como ella. Ninguna humana dispone de su libre albedrío si una diosa no lo quiere.

Mientras la escuchaba, Puya experimentaba una experiencia cercana a la muerte. Revivía toda su vida desde niña cuando fue abandonada por su madre.

Pareció que el dolor la llevaba a otro mundo, se sintió fuera de su cuerpo, viviendo momentos memorables de toda su vida.

Vió que moría, y que tras su muerte, Chistén pasó penurias durante siglos.

De repente Petris Andera se esfumó. Se fue. Regresó a su limbo de diosa. Y Puya volvió a abrir los ojos y a ver la luz del día.

Blas, que iba a su encuentro la vio en el suelo y corrió hacia ella. Puya lo abrazó muy fuerte.

Él la cogió en brazos y la aupó a su caballo, agarró las riendas y caminando despacio subió por el agreste camino hacia las bordas.

Pero a Puya le entró fiebres y locuras y la llevó a su casa de Planchistau con sus padres rápidamente.

Después fue veloz a Chistén y pidió urgente audiencia con el rey Moreras por el grave hechizo en el que se encontraba la princesa.

Moreras, enfurecido por ser molestado, escuchó sobre el supuesto hechizo de la princesa Puya. Saltó de su pedestal y reclamó druidas de inmediato.

Cuando llegaron a la casa de la familia de Blas, todos los allí presentes salieron para dejar sitio al rey y a los druidas.

Los druidas observaron largo tiempo a Puya y pidieron al rey que saliese porque las mujeres la iban a desnudar.

Cuando la desnudaron se llevaron una desagradable sorpresa. Tenía todo su cuerpo completamente lleno de palabras escritas sobre su piel, en un idioma ancestral tan primitivo como la Tierra y las estrellas.

El rey Moreras, oyendo el murmullo clamoroso dentro de la vivienda, no pudo resistir su desesperación y entró para descubrir a su hija totalmente desnuda llena de símbolos incomprensibles por todo el cuerpo.

Los druidas y las mujeres bajaron la mirada en señal de respeto por el rey sintiendo profundamente que Puya hubiese sido poseída por la voluntad de una diosa.

Moreras se arrodilló junto al lecho de Puya. La tapó y lloró como hacía décadas que no lloraba. 

Cuando se recuperó se secó las lágrimas. Mirando el lecho donde yacía enferma su amada hija, preguntó a los druidas "qué se podía hacer y quién le había hecho eso?." Los druidas fueron contundentes, casi al unísono salió el nombre Petris Andera.

Entonces el rostro del rey Moreras empezó a inflarse por la ira. La fiera le salió de muy dentro. Los druidas y pobladores abrieron espacio en su inmediato alrededor, temblaron en el resurgir del gran guerrero despiadado capaz de abatir un ejercicio de cien hombres él sólo.

Moreras salió a la claridad de la noche y gritó a las estrellas del cielo "Dónde estás, Petris Andera?. Sal de tu limbo que te vea y te pueda coger. Mis manos te harán pedazos. Tu cuerpo será una barra de pan que destroce a placer para echarla a los cerdos. Dónde estás, Petris Andera?. Sal que te vea mala madre!..."

Gritando a la diosa Petris Andera estuvo el rey Moreras durante horas hasta el amanecer. Petris Andera se reía satisfecha de su viejo amante bebiendo una deliciosa jarra de vino.

8. Puya cabalgaba envuelta en su poncho con la amplia capa extendida. Puya, la princesa de Chistén




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