viernes, 10 de febrero de 2023

12. Lug Albert, el dios supremo, intervino en el destino de Chistén y de la princesa Puya. Pirineos Valle de Chistau. Leer lee lecturas.

Lug Albert, el dios supremo, intervino por fin en el destino del Reino de Chistén. Pretendía acercarse a Blas para que recuperara su amor por la princesa Puya en el ahora cerrado Valle de Chistau.

Habían transcurrido cincuenta años desde aquel dramático día que la princesa Puya se admirara en aquel espejo maligno cuyos trozos esconde el río Cinquēta. 

Los pobladores del valle no han envejecido y viven con el mismo aspecto que tenían cinco décadas atrás. El dios Lug Albert había protegido a los habitantes del valle de la erosión del tiempo y de las vicisitudes, de los cambios del clima por la retirada del mar Intermedio y del sufrimiento por los llantos de la princesa, atrapada en los trozos de aquel espejo ocultos en el lodo.

Desde aquel entonces, Blas vivió roto por el dolor de la pérdida. Los largos inviernos permanecía en el pequeño refugio de sus bordas pensando en la forma de encontrar una solución para rescatar a su amada Puya del río. Pero nunca encontró ni el más pequeño trozo de aquel espejo por mucho que buscó en los lodos.

El edificio de madera que otrora hizo construir el rey Moreras al lado de su casa, con el advenimiento de las montañas, se encontraba ahora de frente, justo a treinta pasos de la puerta de su casa.

No hubo día durante estos cincuenta años que al salir por la puerta en las mañanas no contara los pasos entre su casa y la empalizada que hizo construir el rey alrededor de lo que ahora era un cuadra para el ganado, donde vacas y ovejas comparten el amplio recinto.

Un día vio un niño que no recordaba haberlo visto nunca, deambulando cerca del pequeño puente de piedra. Se acercó por curiosidad y observó que pescaba peces con un hilo muy fino de color verdoso que se confundía con el agua. Le había colocado un objeto redondo y brillante que atraía a los peces y quedaban enganchados.

Blas quedó estupefacto con semejante artilugio. Se acercó al niño que no paraba de reír divertido con sus capturas y observó que cada vez que llenaba de peces su cubo de madera, lo alzaba y los devolvía al río sin parar de reír. Parecía como si hablara con ellos riéndose de forma divertida antes de devolverlos al río cada vez.

Blas, extrañado, le preguntó:

- ¿Cuál es el motivo para pescar tan alto número de peces, devolverlos al río, volverlos a pescar y devolverlos nuevamente?. ¿Acaso vuestra familia no estaría bien alimentada con tan alto número de peces?.

El niño sonriendo le respondió:
- Estos peces nadie los volverá a capturar jamás. ¡Se lo he prometido a ellos!. A cambio ellos te ayudarán a liberar a tu hermosa princesa Puya.




jueves, 9 de febrero de 2023

11. El valle entre montañas desarrolló durante décadas de aislamiento su dialecto chistabán. Pirineos Valle de Chistau, Huesca. Leer lee lecturas.

El ahora valle entre montañas, desarrolló durante varias décadas de aislamiento su dialecto local, el chistabán.

Todo parecía ahora como dar un paso atrás en el tiempo, con el perdido mar aquella tierra era un rincón surcado por las aguas del río Cinquēta donde lloraba atrapada la princesa Puya.

El silencio y la tristeza se apoderó de sus habitantes rodeados entre imponentes montañas. La memoria se guardó en sus tradiciones y fiestas ancestrales.

No fue hasta varias decenas de años que el agua que bajaba de las montañas logró abrir una vía de comunicación con el exterior, donde habían surgido nuevas  aldeas y nuevos reinos. 

Los peligrosos y sellados desfiladeros de los Pasos de Sarabiyo y del Congosto de los Infortunios más abajo, mantuvo el valle oculto del resto del mundo.

De nuevo
la naturaleza ayudaba a los habitantes del reino, horadando en la roca la única vía de entrada y salida al Reino de Chistén. 

Con el tiempo fue creando un paso natural entre la verticalidad de las peñas y las escarpadas laderas de los macizos, abriendo por fin un agujero a aquel bello paisaje.

Aquel día el destrozado rey de Gistain dio gracias a los dioses por aquellos pasos de los desfiladeros que permitían la salida y la entrada desde el exterior.

Contemplativo, Moreras había escribió poemas para sobrevivir a las largas décadas de aislamiento.

Escribió sobre su hija, su gran pesar; sobre la pérdida del mar Intermedio; sobre el cerrojazo de las montañas alrededor de su reino; sobre el desvío del río Cinquēta hacia el Oeste; sobre el agua que traía el río desde la alta montaña, que fue horadando la roca para abrir los pasos del desfiladero de Sarabiyo, a través del cual pudo contemplar el nacimiento de otro río Zinquēta en el inmediato exterior, que también fue horadando la base de la montaña para crear el Paso del Congosto de los Infortunios.

El rey Moreras se había vuelto un erudito. Escribió sobre su pueblo y sus montañas.


Espíritu

Percibo el susurro del viento

en estas amadas montañas,

y necesito liberar el espíritu

para no sentir que tengo la vida atrapada,

pendiendo en el destiempo

del tiempo que se apaga.


Necesito llegar con mis pasos

al confín mismo,

camino de los ojos de las estrellas

y de los límites

de más allá de la esperanza.


Su espíritu desgarrado también escribió sobre su hija atrapada en los cristales que el fondo del río escondía a lo largo de su curso.


La lluvia


La lluvia es

como tus lágrimas,

que no se dejan consolar.


La lluvia es

como ese sueño mío,

que cae a tierra

sin poderlo acariciar,

sin poderlo tener

entre mis manos,

perdiéndose en círculos,

sin dejarse hacer realidad.


La lluvia, ¡la lluvia!,

¿qué es la lluvia?.


Quizás sea el llanto tuyo,

tus penas que se desahogan.

Quizás sea el llanto mío,

por mi opresión que lloran.


Quizás sea

todo lo que un día fuimos,

lo que perdimos

al querer ser hoy y ahora,

lo que no pudimos.


Y escribió sobre la muerte cuando su dolor era insoportable y su espíritu sufría de alguna crisis profunda donde el guerrero despiadado y cruel, torturado, desaparecía.


No sé qué será


Quiero vivir lúcido,

para comprender el dolor.


Quiero saber por qué se sufre,

por qué tu dolor,

y por qué mi dolor.


Algún día llegará,

y cataré la esencia

de este mundo de crepúsculos,

y entonces ya no sé qué seré

ni dónde será,

seré eso que no sé qué será.


lunes, 6 de febrero de 2023

10. La princesa regresa a Chistén. Puya, la princesa de Chistén. Pirineos Valle de Chistau

Petris Andera entonces se esfumó y el rey se quedó pensativo mirando las olas del mar mezclarse con el agua del río.

En ese momento tomó la decisión de volver a Chistén a la mañana siguiente a pesar del estado débil de su amada hija.

Abandonaban la casa de Blas dejando las nuevas construcciones a las que ellos sabrían dar uso.

Puya había estado hablando a escondidas con Blas y le había prometido que volverían a verse y estarían en contacto a través de sus heraldos de confianza.

Se habían besado y ella se dispuso a volver a Chistén echada en una carreta acomodada con innumerables alpacas extendidas para que no sufriese los golpes de las piedras.

La caravana se movía despacio y cuando llegaron al desfiladero del Cinquēta la comitiva hizo una pausa y la princesa bajó para refrescar su rostro con agua del río.

Rechazó el agua servida por sus sirvientes y se acercó a la orilla a recogerla ella misma para refrescarse con sus propias manos.

Se arrodilló sobre el musgo y observó su rostro reflejado en la corriente, recogió varias veces con sus manos cóncavas el agua fresca que le hizo sentirse viva.

Llenaba sus manos cóncavas de agua una y otra vez divertida hasta que vio una imagen en el río que no era la suya, una mujer extraña que le ofreció admirar su belleza en un espejo.

Puya, avivada por el frescor del agua en su rostro o por los efectos turbadores de la fiebre que aún bullía en su cuerpo, se dejó hipnotizar por aquellas palabras, cogió el espejo que la extraña le ofreció y lo abrió para admirar su belleza.

Los soldados y el rey Moreras estaban junto a ella relajados cuando en un abrir y cerrar de ojos la vieron abrir aquel espejo, admirarse por un momento y ser absorbida por su propia imagen reflejada.

El espejo cayó al río sobre una roca y se hizo añicos con la princesa dentro. Los cristales fueron arrastrados y esparcidos por la corriente del Cinquēta. 

Los soldados y el rey intentaron coger algún trozo con la posibilidad de salvar a Puya, pero la fuerza de la corriente los enterró en el lodo del río escondiéndolo en su lecho.

Entonces se oyó un espeluznante alarido que salía del río y la risa infernal de la diosa Ataecina jactándose por haber cumplido su parte en la trama de Petris  contra Alvira.

Desde aquel día aquellos que se acercan a la orilla del río Cinquēta oyen el llanto de la princesa atrapada en trozos en los trozos del espejo ocultas en el lecho del río.

El llanto de Puya se extendió desde el río hasta la bahía. En el mar Intermedio las olas retrocederían alejándose de la costa.

Tritón tocaba su caracola y las aguas cada día estaban más y más lejos. El sonido de trompeta de la caracola de Tritón se estuvo escuchando durante mucho tiempo hasta que el puerto de Sanchuán dejó de ser puerto hasta quedar colgado de una colina donde antes llegaba el mar. 

La caracola terrible de Tritón dejó de oírse un día, pero el movimiento de las montañas cerrándose en torno al reino poco a poco duró un montón de años.

El río Cinquēta que antes desembocaba en el mar Intermedio, desvió su curso hacia el oeste más abajo y donde antes había una hermosa bahía, fue ocupada por una cadena montañosa que fue creciendo cada vez más alta hasta que tapó el Sol del mediodía.

En una década el mar había retrocedido doscientos kilómetros. Estaba tan lejos que ni subiendo a los cerros se veía.

Aquellos que fueron pescadores, se convirtieron en ganaderos o agricultores, sin más opción puesto que no podían salir del valle.

Habían quedado encerrados para siempre en un anillo de montañas con muros tan altos que sufrían vértigos,  pura fobia convertida en enfermedad.

El desfiladero de Sarabiyo se había cerrado por completo y los continuos desprendimientos impedían el tránsito.

10. La princesa regresa a Chistén tendida en un carromato. Puya, la princesa de Chistén




sábado, 4 de febrero de 2023

9. A la princesa Puya le bajaron las fiebres. Puya, la princesa de Chistén. Pirineos Valle de Chistau


Siete días después a Puya le bajaron las fiebres y se levantó de su lecho en la casa de la familia de Blas.

No era conveniente llevar a Puya a Chistén con las fiebres, y el rey había hecho construir una edificación de madera con todas las comodidades para su estancia junto a su hija al lado de la casa de Blas y sus padres.


Se apresuró a abrazar a su hija viendo que se había recuperado. La princesa aún estaba muy débil. La cogió en brazos y la sacó al exterior para que tomara el Sol.

Los ungüentos de los druidas habían dado resultados positivos. Moreras sentía ira y mucha rabia esperando encontrarse en cualquier momento con su endiablada ex mujer. 

En el entanto, disfrutó de aquellos momentos al lado de su hija viéndola sanar.

Diez días después Puya se encontraba mucho más fuerte. No lo suficiente para subir por sí misma la montaña a Chistén. 

El rey Moreras paseaba pensativo escoltado por varios soldados. Andando, andando fue a parar al río Cinqueta y descubrió el pequeño puente de piedra.

Lo cruzó varias veces observando su estructura antigua, el lenguaje y los signos grabados por algún gran maestro de la talla en la piedra.

En el puente estaba tallado la esfinge de su abuelo siendo rey y la de su padre siendo príncipe. Era una escena en la que el ejército de Chistén derrotó al gran ejército invasor de los pueblos del mar. 

Los invasores antropófagos llegaron en sus naves a través del mar Intermedio y cuando consiguieron derrotarlos no sin muchas pérdidas humanas, se fueron y nunca más se supo de ellos.

Desaparecieron de la misma forma que vinieron, sin que nadie supiese de dónde procedían.

La historia se congeló de inmediato en la mente del rey Moreras cuando al volverse se topó de bruces con Petris Andera.

El rey desenfundó su espada y asestó una serie de golpes mortales intentando cortarle la cabeza, pero solo pudo cortar el aire.

El espíritu de Petris Andera se reía sin que él la pudiese lastimar.

Los soldados escoltas siguieron las evoluciones del rey con la espada a poca distancia. Lo vieron desenfundar y rajar en el aire, pero no vieron a nadie más que al mismo rey.

Sin embargo Petris Andera coqueteaba con la cara del rey como si lo intentase seducir, y Moreras, colérico y agresivo,  calmó su belicosidad convencido de que no la podía tocar.

Ambos, Petris y Moreras, se enzarzaron en una discusión que los escoltas no entendían porque no veían con quién estaba hablando. Pero quedaron atentos por si eran llamados.

El rey se tranquilizó y Petris Andera tocándole la nariz se burlaba de su esencia mortal. 

Fue cuando la marea del mar llegó al puente que la diosa hizo ademán de esfumarse ya aburrida. El rey le preguntó qué le iba a pasar a su hija y a su reino y ella le contestó:

- Si fueras inmortal no tendrías miedo de los acontecimientos futuros. Pero eres un mortal que sueña con ser un dios inmortal para vivir en tu diminuto reino por toda la eternidad. Pero créeme, si te dijera que va a pasar, morirías ahora mismo.

Petris Andera entonces se esfumó y el rey se quedó pensativo mirando las olas del mar mezclarse con el agua del río. 

Puya, la princesa de Chistén




jueves, 2 de febrero de 2023

8. La princesa Puya cabalga por Chistén. Puya, la princesa de Chistén. Pirineos Valle de Chistau

Puya cabalgaba envuelta en su poncho con la amplia capa extendida sobre el lomo del caballo. Bajaba raudo de la montaña de Chistén ávida de encontrarse con su amado Blas para cobijarse con él en el estrecho refugio de las bordas.

Cruzaba al otro lado del río por el puente de piedra cuando le dió un mareo y cayó al suelo sintiendo que le faltaba el aire.

Ella no la podía ver pero su madre había cogido su corazón y lo estrujaba con sus manos a placer. Incluso penetraba en su cuerpo intentando ahogar su alma.

Puya sufría alucinaciones. Petris caminaba por los salones de su espíritu torturándola. Le provocaba dolores terribles a su hija hablándole del malestar que ella sentía por enamorarse de un mediocre mortal sin hacienda, porque toda hacienda del valle pertenecía al rey Moreras, dueño y señor de Blas.

- Las diosas somos dueñas de los espíritus y de su devenir - decía mientras le estrujaba a su antojo el corazón con las manos.

Puya no podía hablar pero oía su voz en su interior. Petris le recriminaba que hubiese copiado su cuerpo y su belleza una simple mortal como ella. Ninguna humana dispone de su libre albedrío si una diosa no lo quiere.

Mientras la escuchaba, Puya experimentaba una experiencia cercana a la muerte. Revivía toda su vida desde niña cuando fue abandonada por su madre.

Pareció que el dolor la llevaba a otro mundo, se sintió fuera de su cuerpo, viviendo momentos memorables de toda su vida.

Vió que moría, y que tras su muerte, Chistén pasó penurias durante siglos.

De repente Petris Andera se esfumó. Se fue. Regresó a su limbo de diosa. Y Puya volvió a abrir los ojos y a ver la luz del día.

Blas, que iba a su encuentro la vio en el suelo y corrió hacia ella. Puya lo abrazó muy fuerte.

Él la cogió en brazos y la aupó a su caballo, agarró las riendas y caminando despacio subió por el agreste camino hacia las bordas.

Pero a Puya le entró fiebres y locuras y la llevó a su casa de Planchistau con sus padres rápidamente.

Después fue veloz a Chistén y pidió urgente audiencia con el rey Moreras por el grave hechizo en el que se encontraba la princesa.

Moreras, enfurecido por ser molestado, escuchó sobre el supuesto hechizo de la princesa Puya. Saltó de su pedestal y reclamó druidas de inmediato.

Cuando llegaron a la casa de la familia de Blas, todos los allí presentes salieron para dejar sitio al rey y a los druidas.

Los druidas observaron largo tiempo a Puya y pidieron al rey que saliese porque las mujeres la iban a desnudar.

Cuando la desnudaron se llevaron una desagradable sorpresa. Tenía todo su cuerpo completamente lleno de palabras escritas sobre su piel, en un idioma ancestral tan primitivo como la Tierra y las estrellas.

El rey Moreras, oyendo el murmullo clamoroso dentro de la vivienda, no pudo resistir su desesperación y entró para descubrir a su hija totalmente desnuda llena de símbolos incomprensibles por todo el cuerpo.

Los druidas y las mujeres bajaron la mirada en señal de respeto por el rey sintiendo profundamente que Puya hubiese sido poseída por la voluntad de una diosa.

Moreras se arrodilló junto al lecho de Puya. La tapó y lloró como hacía décadas que no lloraba. 

Cuando se recuperó se secó las lágrimas. Mirando el lecho donde yacía enferma su amada hija, preguntó a los druidas "qué se podía hacer y quién le había hecho eso?." Los druidas fueron contundentes, casi al unísono salió el nombre Petris Andera.

Entonces el rostro del rey Moreras empezó a inflarse por la ira. La fiera le salió de muy dentro. Los druidas y pobladores abrieron espacio en su inmediato alrededor, temblaron en el resurgir del gran guerrero despiadado capaz de abatir un ejercicio de cien hombres él sólo.

Moreras salió a la claridad de la noche y gritó a las estrellas del cielo "Dónde estás, Petris Andera?. Sal de tu limbo que te vea y te pueda coger. Mis manos te harán pedazos. Tu cuerpo será una barra de pan que destroce a placer para echarla a los cerdos. Dónde estás, Petris Andera?. Sal que te vea mala madre!..."

Gritando a la diosa Petris Andera estuvo el rey Moreras durante horas hasta el amanecer. Petris Andera se reía satisfecha de su viejo amante bebiendo una deliciosa jarra de vino.

8. Puya cabalgaba envuelta en su poncho con la amplia capa extendida. Puya, la princesa de Chistén




7. Petris, la diosa madre regente de la Tierra de Chistén. La princesa de Chistén

7. Petris, la diosa madre regente de la Tierra. La princesa Puya 

Petris Andera desde su trono en algún lugar del cielo sonreía. Observaba los florecientes encantos y pensamientos de su hija. Admiraba su rostro humano nacida sin sangre inmortal, por deseo expreso del dios supremo.

A Petris no le preocupaba en absoluto el destino de su hija Puya. A lo largo de los siglos, como diosa inmortal, había tenido cientos de hijos de otros mortales, todos ellos muertos hace milenios.

Lo que más odiaba era que su hija había heredado por completo su rostro y su cuerpo. Puya era la misma imagen de la diosa madre y estaba enamorada de un mortal como Blas.

Por tanto, decidió controlar su futuro separándola de lo que ella consideraba un desgraciado mortal, hijo de los desgraciados mortales como el padre de su hija, el rey Moreras de Chistén.

Movía los hilos de la trama que estaba urdiendo para cambiar el destino que su odiada diosa Tanit Alvira había reservado para su hija Puya provocando su enamoramiento de un exclavo mortal.

La marcada ausencia de amor de Petris por su hija fue observada por el dios Lug Albert, el más importante del panteón de Chistén.

Lug Albert se dio cuenta que Petris estaba obsesionada con hacerle un mal irreparable a su propia hija. Especialmente a todo el valle y a sus pobladores.

En Chistén se encontraban los restos del más importante santuario dedicado al dios Lug Albert. 

Su imagen, construida en la base de la cima de la montaña más alta y visible desde la villa, contiene bellos epígrafes que aluden a ofrendas de campos y tierras de labor en honor a su divinidad con unas inscripciones únicas tan antiguas como la fiesta real y patriótica de los chistabinos.

El dios Lug Albert, sabiendo ya lo que Petris iba a provocar con ayuda de otros dioses, se mantuvo vigilante a la espera de acontecimientos.

7. Petris, la diosa madre regente de la Tierra. La princesa de Chistén





miércoles, 1 de febrero de 2023

6. Los hogares de Planchistau y Sanchuán. Puya, la princesa de Chistén

6. Los hogares de Planchistau y Sanchuán 6. La princesa de Chistén 

En Planchistau y Sanchuán, almacenes, silos y hogares estaban construidos con rocas elegidas al azar, bien dispuestas grandes y pesadas, poco trabajadas excepto las esquinas.

El único objetivo de las construcciones
eran proteger las materias primas, los rebaños y las personas todos en uno, sin importar la delicadeza del edificio sino su robustez sin filtraciones exteriores.

Aquello eran hogares para la población dedicada a las tareas de labranza, ganadería y mozos de las dársenas del puerto. 

Algunas construcciones eran básicamente de madera, sobretodo los que vivían cerca del puerto. 

Otras con las paredes de piedra con tejados sostenidos por grandes vigas de madera, una base de enormes troncos que cruzaban la altura del techo de los hogares para construir despensas en altura. 

El valle era riquísimo, pero no eran ricos los labriegos ni los ganaderos, sino el reino en sí, que a la gente no le faltaba de nada.

Quienes trabajaban el campo y la ganadería eran gente humilde a la que tampoco les faltaba de nada.

Vivían una vida ocupada lejos de la Villa de Chistén a cinco o seis kilómetros de los asuntos de Estado.

Sus quehaceres diarios se reducían a producir, recolectar y disfrutar de sus fiestas nocturnas en honor a Noctiluca, diosa de la luz de luna, a la que todos rendían culto en las noches de luna llena con danzas que se prolongaban hasta el amanecer.

Mientras, la princesa Puya tratada ahora como una adulta, usaba a sus heraldos de confianza para intercambiar mensajes y concertar encuentros con Blas.

Acudía a las citas en aquel pequeño puente de piedra cabalgando en un caballo oscuro y veloz.

Extendía su capa a modo de poncho que le cubría el rostro para protegerse de las miradas al cruzarse con otras personas.

El puente de piedra era realmente un lugar solitario donde la gente ocupada no iba nunca.

Hasta allí llegaban las mareas altas del mar Intermedio cubriendo las sombras del extenso e impenetrable bosque entrando por ambas márgenes del profundo y caudaloso río que encajonado entre paredes rocosas parecía siempre enfadado.

Agarrados de la mano, subían por una empinada senda de media montaña hasta un pequeño claro del bosque donde Blas tenía una borda, un refugio de pastor ganadero que habían acomodado para ocultarse de las miradas imprevistas.

La familia de Blas llevaba generaciones de cría de ganado y recolecta de cereales al servicio de los reyes de Chistén.

Criaban todo tipo de animales, y además comerciaban con las naves de otros reinos cuando atracaban al puerto.

Intercambiaban excedentes para conseguir otros tipos de mercaderías que no existían en Chistau. Creaban riqueza al reino comerciando con otros países. Y toda esa riqueza iba a parar a las despensas del reino de Chistén.

Puya estaba muy enamorada de Blas. Admiraba su bello rostro, sus ojos castaños claros, su cuerpo delgado y altivo, su nariz de pájaro carpintero, sus labios que la hacían soñar despierta.

De ella, decían los chistabinos, tenía el porte de Petris Andera, la diosa regente de la Tierra, su madre, de un cabello castaño muy claro y del mismo color los ojos.

Los chistabinos la criaron con esa historia porque nunca conoció a su madre, y su padre jamás le habló de ella.

6. Los hogares de Planchistau y Sanchuán. Puya, la princesa de Chistén





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Durante la pandemia de los últimos años, he podido observar hasta qué punto la enfermería en los centros de salud padecen un retraso conside...